May 17, 2021

El antejardín

Intervención divina

Conocí a John y Susie Bell hace varios años atrás en Chicago mientras ayudaba en la organización de un almuerzo dominical de bienvenida que la iglesia en la que servía había organizado para los nuevos convertidos en una reciente campañas de evangelización. Como directora de servicios de hospitalidad, mi función era conocer a los invitados, brindarles un almuerzo informal y enseñarles los diversos programas y servicios  que la iglesia ofrecía.

Este domingo en particular, me sentía invisible para el mundo y para Dios, por lo tanto,  admito que dicho almuerzo de bienvenida no era algo que me entusiasmara mucho que digamos. De hecho, hasta cierto punto  me incomodaba. Estaba destrozada y hablar con extraños era lo último que quería hacer ese día. Sin embargo, como sabía que no podía sustraerme de mi compromiso con el evento, le pedí al Señor que enviara a alguien para que me diera una palabra de aliento y sabiduría, pues urgía saber que Él no me había olvidado. ¡Necesitaba saber que Él es el Dios omnipresente que siempre nos escucha y recuerda!

Recuerdo que, durante el almuerzo de bienvenida, establecí contacto visual con uno de los visitantes: un inglés alto, rubio, de piel clara y ojos azules que se presentó como John. Debo aclarar que, durante esta etapa particular de mi vida, era muy extraño para mí tener algún contacto visual con alguien, y menos con un hombre. Aunque John estaba allí con su hermosa esposa, Susie, mi mirada se enfocó exclusivamente en él, como si hubiera algún tipo de conexión divina.

Una respuesta a la oración

Una vez finalizado el almuerzo de bienvenida, los invitados permanecieron un rato más  en el salón interactuando con otros miembros del personal, al tiempo que yo me disculpaba y me retiraba a ayudar en la limpieza de las bandejas y platos del almuerzo. En esas estaba, cuando de pronto escuché mi nombre pronunciado con un inconfundible acento inglés. Al girarme para ver de quién se trataba, descubrí que era John quien me hablaba desde el umbral de la puerta. Mientras trataba de disimular mi asombro, escuché que me decía: “Mary, sé que es la primera vez que te veo, pero creo que hoy el Señor tiene una palabra para ti”. Luego de una breve pausa prosiguió: “El Señor dice que eres alguien demasiado grande como para trabajar encerrada entre cuatro paredes. Él quiere que sepas que te ha llamado a las naciones. Dios está pendiente de ti, y debido al propósito y plan que tiene para ti, Él quiere que sepas que un futuro muy cercano te sacará de este lugar”.

¿Cómo podía John decirme aquello si no tenía la menor idea de la oración que yo había susurrado al cielo esa mañana? Con enormes  lagrimones brotando de mis ojos y fluyendo por mi mejilla, corrí hacia este desconocido inglés, lo abracé tan fuerte como puede sin quisiera pedirle permiso y le agradecí por sus palabras. Estoy segura de que John se sintió aliviado al  saber que la palabra que el señor le había revelado para mí daba en el blanco y era recibida con gracia.

Adoptada en la familia

Baptism with the BellsVarios días después, me reencontré con  John y Susie en una cafetería, pues quería escuchar su historia y ellos querían escuchar la mía. A partir de nuestra conversación, supe que John y Susie  son una pareja de  misioneros a las naciones y que estaban en Chicago disfrutando de una licencia. Durante los siguientes dos años les seguí la pista en Illinois, observando  con atención cómo era su estilo de vida. Mi ojo escrutador estaba en guardia para determinar quiénes eran, de adentro hacia afuera. En otras palabras, quería saber si eran tan genuinos como parecerían o solo eran de los que hoy aparentan una cosa y mañana otra. Por fortuna, solo necesité  un corto período de tiempo, para saber  que estaban completamente entregados  a la causa de Jesús.

Poco a poco, John y Susie se fueron convirtiendo en huéspedes asiduos de mi casa para cenar. Y a  medida que más iban integrándose a mi entorno, también comenzaron a conocer mejor  a mis hijos, que viven en el Medio Oeste, así como a mi sobrino y su familia. Cosa inusual, ya que no todos los que conozco son automáticamente bienvenidos a mi mundo familiar, por una cuestión de privacidad. A pesar de mi natural aprehensión, ¡los Bell no tardaron en integrarse a mi entorno familiar y acoger a mis hijos y a mi sobrino con los brazos y el corazón abiertos, con alegría y naturalidad!

Tiempo después, el Señor me sacó de las cuatro paredes de la iglesia, tal cual John me  había  dicho que sucedería, y me envió a casa en Texas donde empezó el proceso de reconstruir mi vida, en todos los sentidos. Por su parte, a  John y Susie, Dios los envió a Arizona durante 18 meses y luego los trasladó al norte de Texas dond, en seguida, conocieron a mis hijas y sus familias. Ya para entonces, me había convertido para ellos en su “mamá Mary” y ellos mis hijos adoptivos.

Aventuras en Colombia | El antejardín

Pam Berry, Susie and John BellAunque durante varios años, John y Susie me invitaron insistentemente  a viajar con ellos al pueblo de Palenque, Colombia, para conocer de cerca el trabajo que Dios estaba haciendo allí  a través de ellos, yo  todavía no me sentía llamada a viajar “a las naciones”. Sin embargo, en abril de 2021, sentí que era el momento adecuado y me puse en marcha. Deseaba observar de primera mano  a John y Susie en el campo misionero y ser parte de su vida diaria en su comunidad en suelo extranjero, así como conocer a su familia y amigos de dicha cultura. También quería experimentar sus estilos de vida, pasearme por las calles  sin pavimentar del pueblo y experimentar su clima, olores,  paisaje y  sonidos. En síntesis, deseaba ver la mano de Dios en la vida de las personas con las que yo no había tenido contacto alguno.

Debido a que los Bell han estado trabajando en el poblado  durante muchos años, han podido desarrollar relaciones profundas y duraderas con la comunidad. Su trabajo ha sido tan eficaz, que no han dudado transitar con muchos de ellos el angustioso camino del dolor con tal de poder mostrar las manos, el corazón y los pies de Cristo. El resultado es que han traído a muchos aldeanos a Cristo a través de oraciones de salvación y discipulado continuo. Lo más asombroso de su trabajo, es que  su plataforma ministerial se halla en el lugar más extraño de todos: en un sencillo antejardín.

Una de las cosas que más me llamó la atención es que cada mañana, mientras los gallos entonaban su cantos matutinos, alguien de la casa anfitriona empezaba el espontaneo ritual se sacar  una silla al antejardín para sentarse a meditar. Luego más  personas con su respectiva silla salían al antejardín y se unían  al espontáneo ritual. Para mí era interesante ver cómo desde la mañana hasta la noche el antejardín se convertía en el lugar ideal de reunión y convivencia bajo la sombra refrescante de un imponente árbol de mango. El antejardín era como una especie de imán que atraía la visita de personas de todas las edades para compartir la vida. Lo más interesante es que muchas veces las personas  no llegaban solas sino que venían acompañadas con alguien más con un propósito distinto al de simplemente pasar el rato.

Explosión de evangelización

Tuvieron que pasar un par de días más antes de que yo pudiera comprender lo que sucedía. Cuando menos lo esperaba, estaba en medio de una explosión de evangelismo que se producía de forma tan natural, casi  como esos estornudos que comienzan con un simple  cosquilleo en la nariz. Para mí fue  conmovedor ver cómo en el antejardín de una pequeña casa en el pueblo de Palenque, los encuentros y las conversaciones fluían con naturalidad, sin agenda ni una planificación previa. Las cosas simplemente ocurrían con el solo  hecho de sentarnos en el antejardín.

A pesar de la espontaneidad con la que ocurrían los encuentros con los lugareños, las conversaciones  siempre fluían guiadas por el Espíritu Santo y terminaban a oraciones de salvación, dedicación, liberación, declaración de vida y fortalecimiento en el Señor. Me impactó ver cómo en ese antejardín los yugos del alma se deshacían cuando le pedíamos a Dios que pusiera en orden la vida de las personas y sus hogares.

Ese día en particular, nuestro equipo oró por unción, limpieza, sanación y guía. Y como respuesta, la gente fue liberada de la opresión. Además, escuchamos testimonios de la bondad de Dios en las vidas de aquellos que se sentían olvidados y marginados. También vimos cómo Dios les daba alguna  palabra profética a algunos de los presentes, mientras a otros se les ofrecía algún tratamiento médico, se les limpiaban las heridas o se les vendaba cuidadosamente para proteger su piel de alguna herida abierta.

Fue asombroso ver cómo este sencillo antejardín un día se convertía en un centro de atención de urgencias para el cuerpo roto, otro día funcionaba como un hospital para el espíritu quebrantado, y otro día era una unidad de consejería para una familia rota.

El día final

Nuestro último día en el pueblo lo reseñé en mi diario de la siguiente manera: “El antejardín está lleno hoy. Es nuestro último día aquí y muchos de los aldeanos han venido a despedirnos. Hoy la casa está más llena que de costumbre por personas de todas las edades. Hay risas en el ambiente y oraciones en los labios. Nuestro amigo holandés vino a almorzar y la conversación se centró en cuestiones de identidad y fe, en cómo el comprender nuestro valor como hijos de Dios nos ayuda a encontrar nuestra verdadera identidad. Ciertamente fue una manera hermosa de terminar nuestra estadía en el pueblo”.

Esa noche, mientras la oscuridad cubría el pueblo y mis ojos se volvían pesados, celebré el murmullo de voces y risas mientras me quedaba dormida y me regocijaba por la obra del Señor entre Sus hijos en el pueblo de Palenque.

Rudo Duri and Susie BellMi nueva amiga y hermana, Rudo Duri, tuvo el privilegio de arribar a Colombia una semana antes de mi llegada. Mientras comparábamos notas sobre nuestras experiencias en Palenque, ella compartió: “Al reflexionar sobre mi tiempo en Colombia, puedo asegurar que el antejardín simboliza la importancia de estar disponible. Aunque nuestra intención de sentarnos a la entrada de la casa  era simplemente para refrescarnos y disfrutar del exterior, Dios tenía otros planes. Fue agradable poder estar disponibles para la gente en esos momentos de paz y admiración por Su belleza. Antes de que ocurra cualquier mover de Dios, debemos estar disponibles y enfocados en Su reino. En el antejardín, cualquier interés personal quedó atrás, pues estuvimos presentes en el momento oportuno y permitimos que Dios se moviera. Me siento honrada de haber sido un recipiente usado por el Espíritu Santo en esos momentos de descanso y paz “.

 

Sencillez de ministerio

Ahora que estoy de regreso  en mi casa en Texas, mi corazón se siente inmensamente atraído hacia la simplicidad del ministerio modelado en este pequeño pueblo, al tiempo que recuerdo la forma en que el ministerio de Jesús brotó naturalmente en cada aspecto de Su vida. Su relación con Dios fluyó a través de Él hacia los demás por medio de Sus palabras, Su amor y Su toque. Pero aunque Jesús siempre estuvo disponible para los demás,  jamás se impuso a sí mismo, ni sus creencias ni sus palabras sobre los demás. Estoy convencida de que si Jesús tuviera un antejardín, lo más probable es que se sentaría allí todas las mañanas y  noches para ministrar a los que acudieran a él.

Hoy mismo leía un pasaje de Mateo que decía algo como esto: “Jesús fue y se sentó junto al lago y cuando la multitud se hizo demasiado grande, se sentó en una barca para enseñar a la gente”. Se suele decir que el versículo más corto de la Biblia es aquel que dice: “Jesús lloró”. No obstante, quisiera sugerir un segundo verso igualmente corto: “Jesús se sentó”. Lo que este versículo me dice es que Jesús se puso a disposición del pueblo para el propósito del Reino.

Por lo tanto, nunca  perdamos de vista  la importancia de volver a lo básico de un estilo de vida sencilla; es decir, consideremos lo vital que es mantenernos en relación con el Padre Dios y hacernos visibles y disponibles para estar listos para derramar Su amor a quienes Él  ponga a nuestro alcance.

Ministerios HCL \ El faro

John y Susie están en el proceso de construir un faro llamado “Casa de Luz”, al otro lado de la calle de la casa de  hospitalidad. Este faro tendrá un precioso antejardín delantero para recibir a las personas de la misma manera que lo hacen en la casa de hospitalidad. ¿Ves  lo hermosa que está quedando? ¡Mientras más grande sea el antejardín, más extenso será el ministerio!

Si desea contribuir a este trabajo y al ministerio de John y Susie Bell y los ministerios de HCL, puede hacer una donación visitando su sitio web, www.hclministries.com o www.paypal.com/paypalme/HealingCommunityLife/

Mary Ethel Eckard is an author, speaker and teacher called to encourage Christians in their faith journey. She is passionate about sharing Christ with all who will listen. Through her captivating testimony of relying on God's strength and guidance through the heights and depths of life, Mary helps others find freedom from the shame and pain of their past. Mary resides in Frisco, Texas and enjoys spending time with family and friends.

©MaryEthelEckard | Crafted in ❤ by Anna Taylor